Es un castigo tener que silenciar un te quiero
que hierve en el vientre y pugna por escapar de la boca.
Y en el corazón, se desangra gota a gota, y encabritado,
como una negra ola,
en la sangre se diluye.
Pero mayor castigo es enunciarlo y
ver que cae en sordos oídos que niegan a la palabra significado;
menos
preciando,
desde la “te” hasta la “o” el sentimiento que,
ese te quiero trae inmerso y tatuado desde la piel
a los sentidos de aquel que,
en pleno desatino, no puede dar cárcel a la palabra,
y a riesgo de perder hasta el alma acaba declamándola,
indiferente ya,a que sea recibida y con honores restituida,
pues en el amor,
lo cardinal es amar sin demandar compromiso.
Y aunque me queden los labios heridos;
te quiero.
Ahí queda dicho…
de: Trini Reina
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